Cuando el alma se compromete a reiniciar la vida, iniciamos ser diferentes entre tantas imitaciones aspirando ser felices. Asumimos que ya no pertenecemos a la masa, ni siquiera a nosotros mismos, para ser un todo universal. Aspiramos escuchar y hablar de temas que nos faciliten encontrar la trascendencia.
Entonces, nos divertimos con un sin fin de fantasías, conversando con los pájaros o creernos estar dotados de poderes infinitos siendo parte del caudaloso río o, seguros que todavía nos quedan miles de Lunas Llenas para volver a comenzar. Convencidos estamos que somos los únicos en mantener la tertulia con el Señor, y aspiramos que el tiempo no siga trabajando para que nos quede chance de terminar lo que la inquietud impidió hacer.
Y nos damos cuenta, a pesar de todo, que dentro sí persiste un ingenuo niño que ve sin pestañear el color de los pétalos. Que también oye el sonido del viento y comienza a compenetrarse con el anochecer y el amanecer sin necesidad de agujas del reloj. Claro...los sentidos se hacen agudos ya que la energía divina invita a derretir los obstáculos, anhelando que la vibra del mar penetre en nuestro interior para que nos arrastre hasta el fondo y descubrir que somos iguales de misteriosos.
Es la iniciación, que despierta al crédulo y al incrédulo desmoronando cifras y ecuaciones limitantes para cristalizar la sintonía del Ser con la majestad del firmamento. Y es aquí, cuando observamos que no es necesario tantos adornos, ni remiendos, ni mucho menos posturas ni palabras rebuzcadas. Sutilmente se desprenden minucias, que ayer fueron obras faraónicas que nos colocamos encima, para entregamos, sin temor, a ser diferente que es lo mismo a ser libre.
Es cuando se decide que hemos tenido muchos rostros desdibujando el propio rostro y, en éste extravío existencial, emerge la mentira y, sin percatarnos, chocamos con la realidad, de que de tanto buscar y buscar no se encuentra el amor porque él se nutre de verdad. Y así, el amor parece ajeno en un mundo donde sus integrantes están distraídos, hurgando aquí y allá, anhelando encontrar algo que nunca termina de llegar.
Y cuando la angustia de lo que se ha construido apretuja en corazón, entendemos que hemos estado conviviendo con caras diferentes consonas con situaciones diversas, con distintos trajes y zapatos desgastados por el caminar acelerado detrás del amor sin terminar de alcanzarlo.
Y así, nos damos cuenta que está naciendo otro ser con una exquisita sensibilidad dispuesto a ser auténtico donde la excusa no existe porque ya no hay culpas. Comprendemos que lo vivido fueron ratos, unos cortos y otros largos, de pasión y que, el amor perfecto es una ilusión para mantener despierto el espíritu pero no es apto para mortales.
Se les quiere.
Chao.