Estoy aquí sentado, esperándote. De antemano te digo que no es necesaria la excusa, es hora de asimilar que una picardía trae otra y la duda puede instaurarse dentro de mi y sería un nuevo personaje que no quiero conocer. Saliste por una inquietud del cuerpo y nuevamente estás aquí con la mirada distinta que espera entendimiento.
Nuestro sentir no es tan frágil como para olvidar lo bello y tiene la peculiaridad de impedir que las penumbras ensombrezcan los días guardados en el mejor de los cofres, el corazón. Pensar en un adiós es despojar del trono a toda una historia construida entre ambos.
Sucedió y estamos juntos, tengo que admitir que no estoy triste porque esa salida maquilló tu mirada y te me haces un ser extraño al romper la monotonía que silenciosamente nos estaba separando.
Quiero darte la mejor de las lecciones porque no hay que perdonar lo que ha enriquecido el amor al palpar que no las tengo todas conmigo y que siempre habrá un tercero que esté dispuesto a ganarse lo que he descuidado. El amor no se alimenta de un interminable silencio ni de momentos migajosos que lo arruinan, sencillamente fluye en diversas direcciones encontrando ligeros o fuertes golpes que tratan de desviarlo pero realmente son para nutrirlo.
Veamos el entorno y nos enteramos de un transitorio suceso derrumbando una historia que fue jurada ante el altar de la eternidad. Permíteme expresar que siempre he disfrutado ésta relación porque te merezco y no es un sin fin de explicaciones que justifiquen estar viviendo dentro paredes corroídas por el hastío de una supuesta fidelidad.
Al atravesarse ciertas inquietudes que mueven las fibras del cuerpo, nos damos cuenta que somos unos eternos ingenuos buscando algo diferente que sea eternamente diferente creyendo que los minutos dejarán de seguir. Por eso, horas fuera de la cama produce miedo, no lo niego, pero al verte entrar supe que no puedo dejarle todo a que el amor lo aguanta todo.
La costumbre ronda la habitación, nos acompaña en la cena y el sofá se está haciendo chico; el deseo se está convirtiendo en rechazo y las agujas de reloj se están paralizando. Es muy atrevida y si nos descuidamos despertaremos por ese frió que entra por las puertas abiertas por el amor que prefiere huir que decaer ante ella.
Los quiero.
Ricardo.
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