lunes, 19 de abril de 2010

el poder

En éstos ratos de reflexión, imaginando estar debajo de una llovizna para congraciarme con la naturaleza, aspiro, aunque sea por éste momento, que no existan aquel ni aquellos para terminar de admitir que he sido un incomprendido por mi mismo. Y en ese pensar, si es que pienso, elucubro que la existencia está repleta de instantes y que mis amigos, o hasta alguno que se atraviese en mi destino, me reconfortasen sin imaginarme que ellos también han elucubrado que yo llegue para reconfortarles su instante.

Pero la arrogancia, el glamourt y la intransigencia, propias de una sociedad que separa, conspiran para que el otro adivine que es lo que quiero y los otros esperan que yo adivine que es lo que quieren. Es decir, mi silencio, y el silencio de ellos, es el silencio cómplice que esconde una timidez y una separación, aunque parezcamos unidos, esperando que el otro reaccione y nos acostamos tristes por no haber reaccionado.

Entonces, la esperanza se va desvaneciendo imaginando que éste instante y el otro instante y la vida entera depende de ellos. Desde chiquito les doy la responsabilidad para que me hagan feliz empecinado en que son los salvadores de una necesidad que he construido. Simple, es un vacío que cada día se hace más sensible y cuando toca la reflexión concluyo que ni éste ni eso ni aquello en fín, nada ni nadie, fue capaz de entender la magnitud de mi instante.

Y es por ello, que de tanto darle vueltas y vueltas a las interrogantes que revolotean en mi cabeza, llego a la triste verdad de que siempre he estado divorciado de mi por estar creyendo que mi dicha es resposabilidad ajena. Por supuesto, cuando me doy cuenta que la noche, y el día siguiente, son testigos del tiempo que he estado esperando por respuestas externas, prefiero recurrir a mis canciones predilectas con mis audífonos para que acompañen la realidad de mi alma.

Y es así, que le otorgo el poder a los otros y cuando los otros me piden poder no se que darles porque ellos ni se imaginan que les di todo el poder. Y si no quitamos el orgullo, y somos un poco humilde con nuestra verdad, nos damos cuenta que tu no tienes poder ni yo tengo poder ni aquel que nos espera tiene poder porque nos quedamos ausentes de nosotros mismos .

Entonces somos almas realengas, sin norte ni misión, imaginando que todos pueden realizar el milagro de hacernos feliz para terminar en la triste realidad "La felicidad que depende de otro es muy etérea y dura muy poco". Nos entusiasmamos en preparar la mejor comida para que sea disfrutada por quién o quienes nos colmaran el instante pero, cuando necesitamos preparar una comida para nosotros, sentimos la soledad a cuesta.

Entonces ¿De qué poder hablamos? Nos jactamos de ser grandiosos y auténticos pero, cuando asumimos revisarnos y estamos sólos, la incertidumbre de saber que somos y para dónde vamos nos toma sin contemplación porque nos criaron, nos levantamos y seguimos con el cuento de que lo importante son los otros.

Y cuando nos damos cuenta de que lo hemos dado todo, cometemos el error de creer que ya es tarde y tendemos a perder el entusiasmo sin entender que estamos comenzando a darle poder a nuestro espíritu.

Los quiero.

3 comentarios:

  1. En una oportunidad escuché que estamos tan preocupados por darle el poder a los otros que cuando nos damos cuenta ya es tarde y el tiempo es muy corto.

    felicitaciones.

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  2. Hermoso escrito. Me sentí muy identificada.

    Primera vez que me tomo la libertad de leer algo de Ricardo aunque me lo habían recomendado.

    Muy hermoso.

    Saludos desde Colombia.

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  3. Gracias por sus comentarios y a Carmen muy contento de saber de Colombia.....!

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