Comienza el rito, se impone el silencio que decide alertarnos que hay una tarea llena de excusas especializadas en desviar la verdad. Es una campana que advierte a todos aquellos que descansan ahí adentro, que les llegó el turno para que asuman la responsabilidad ante disímiles caretas.
Es un sagrado momento y es como si dejáramos de oír, de hablar y de tocar, para confundirnos con una dimensión que no tiene sentidos pero repleta de misterios. Es algo infinito y, lo maravilloso, es que comprendemos que es más trascendente que la piel, que el sonido, que el habla y, algo capital, no da miedo. Pero, imbuidos en éste acontecimiento deslumbrante, no ssabemos si es un tambor que avisa o es el latido de una vivencia pero, sin duda, aparece un solitario cubierto de ropa curtida que mueve los cimientos de la sensibilidad oculta en un andamiaje diseñado por el diablo.
Y así, la lentitud del silencio que choca con lo apresurado de las exigencias mundanas, invita a que nos percatemos que ese solitario está escudado por un ejército de deseos infecundos que mantienen la nostalgia y el vacío del alma. !Ufff...pero se activa un fantástico suceso con una indiscutible energía que empuja y empuja para realizar la obra milagrosa que hará vivir, decidir. Y aquí palpamos que en éste instante emerge la iniciación de la evolución humana cuando se entiende lo trascendente de tomar la decisión.
Es una tarea que exige humildad y tolerancia para poder sentir ese ser disperso acurrucado por el frío de la inseparable soledad. Es el ser clandestino que pide más caricias y menos evasión. Y, cuando se decide se siente que hay muchas cosas que enfrentar pero, la más arruinante, es la rutina que condena la voluntad a la imitación.
Silencio que son infinitas preguntas al no saber en dónde nos hemos extraviado, ni con quién ni por qué nos hemos extraviado. Es ese algo que hace sentir que la vida tiene sentido aunque la insistente nostalgia se empeñe en lo contrario. Simple, es un sonreír interior por la alegría de saber que ese ser que me esperaba vuelve a la esperanza por mi decisión.
Silencio.. compinche que aclara que la felicidad es una actitud consigo mismo. Que retoma al niño inquieto que quiere escribir, que quiere bailar, que quiere componer y que quiere gritar pero, sobre todo, ser el fin de tanto karma que apesta y frena la evolución del ser humano.
Y cuando decidimos mirarnos entendemos la importancia del silencio ya que ninguna quietud, ni verdad, ni intimidad, ni reflexión, serían magnos acontecimientos si estuviera ausente. Cuando estamos en silencio sentimos los amigos invisibles y los no tan invisibles. Oímos mejor nuestro mantra que es diferente al mantra del vecino y, comenzamos a saber lo que significa el mandala personal y nos reímos y admiramos de aquello que una vez quiso y aún desea ser.
Con el silencio nos adentramos ahí, sí ahí mismito, y llamamos al solitario para hablar, llorar y decirnos que sería una tormenta de locura el que nos volvamos a separar.
Se les quiere
Chao.
Silencio que encuentra preguntas y respuestas sin necesidad de una palabra.
ResponderEliminarGracias.
Hermoso Ricardo.
ResponderEliminarGracias a todos por sus opiniones.
ResponderEliminarEs hermosa esta reflexión, sólo en silencio nos adentramos a nuestra verdadera esencia...
ResponderEliminarMe encantó
Un abrazo
BB