sábado, 23 de abril de 2011

El deseo no muere..

Palpar ese momento donde se desplaza la carencia no es un hecho descabellado ni está desubicado. Es algo que grita para sentirse desprovisto de artificios y lograr la desnudez sin previo aviso.

No es cuestión de estar destapándose ante el mundo ni delante de nadie en particular, es un sentir que alborota ese vacío que existe en un hombre o una mujer que se han alejado del placer.

Entonces, el deseo aviva invitando a ser fuera de lote, aunque sea un rato, y la astuta soledad deja de ser atormentante y aquellos fantasmas que se quitan el disfraz de pecado son parte del entusiasmo. Y, en éste alboroto, todos - el deseo, la soledad, los fantasmas y las mentiras - gozan en una orgía donde los beatos, estrictos y atormentados no prestan resistencia alguna.

Semejante pecado capital no sé si es una demencia o una psicosis o un desliz, no importa, que en cualquier segundo y en cualquier lugar brota para comprender que lo perfecto seca y aleja esa verdad que tanta energía utiliza para disimularse. Algo así, que ese deseo recuerda que la verduga hipocresía ha estampado el mundo.

Por eso, la moralidad se atomiza ya que el cuerpo se llena de las vibraciones del endemoniado apetito que aspira ser honrado. Entonces, es cuando se baja de ese sitio cercano al cielo para conocer el infierno que deleita con su fuego hasta aquellos, que se lucen con un discurso de espiritualidad y de trascendencia sin conocer el diablo, para cristalizar el deseo.

Y en ese escenario delirante aparece la sombra de la fiera desbocada que estuvo acorralada por la interminable mentira, hija del miedo. Y aquí, el tacto exige su puesto y la delicadeza solicita ser respetada y es cuando Eros, padre del placer, recuerda que no es un mero cuento griego, haciendo alarde de su titulo de dios al resucitar aquello que se creía muerto.

No es un disparate darle tributo a esa verdad que late insistentemente bajo los destellos de la reina de la noche, la confidente Luna. Es el deseo que contamina cada célula, cada hormona, cada instante, es la gota que hace abrir los pétalos de una flor marchita avisando que la muerte tiene que esperar.

Las calles están transitadas por caras decaídas detrás de lentes y de sonrisas que no terminan de convencer, hurgando aquí y allá levantando tapas de pipotes de basuras, detrás de las puertas de la casa, de la oficina y hasta del colegio, mortificando el sueño y con ganas de repetir, buscando ese deseo que lo han sacrificado convirtiéndolo en delito.

El temor se está apoderando de la existencia y el deseo tapiado de necia vergüenza están desfraudando la alegría de estar aquí.

Se les quiere.

Ricardo.

4 comentarios:

  1. Bravo Ricardo ! Muy oprtuno

    ResponderEliminar
  2. atinado, directo y muy de ahora...felicitaciones..

    ResponderEliminar
  3. Excelente, directo.Siempre tan acertivo presente y futuro en esa personalidad que te caracteriza, no entendida por todos. Felicitaciones

    ResponderEliminar
  4. El que ha matado su deseo, ha matado su propia existencia... es un cuerpo sin sentido...

    Besos

    ResponderEliminar