Somos seres extraños sin ese centro que nos hace tan frágiles. Impresionamos como extraviados en el planeta y más parecemos un grupo sin sintonía Universal indagando ahí, allá y en el más allá, para no ver lo que realmente interesa, a nosotros mismos.
Nos hemos embadurnarnos de mentiras, unas tras otras, barriendo lo bello para dudar si merecemos estar en el espacio creado por el Señor. Renuentes a sentir que somos una hermosa realidad con una tarea llamada misión.
Ya no somos lo mejor, la búsqueda, infructuosa, de ese lugar que nos haga sentir en placer con uno mismo nos ha arrinconado, de tal manera, que preguntamos para qué vinimos. Vamos anulando la confianza en nosotros aupando héroes sin contención para darles, como objeto que fastidia, la responsabilidad que nunca hemos debido delegar.
Y, aunque tu no lo creas, el espíritu es una necesidad pura del ser que existe y exige que la verdad sea buscada pero, hay que admitirlo, tiene algo que no gusta, duele. Por ésto, recurrimos a unos de los dotes que embrujan la transitoria estadía en el mundo, dibujar. Dibujar esa arrogancia que infla, aún más, el ego, amigo indisoluble de la soledad y alimento de la división humana.
Y como siempre hay una lluvia de hechos que no han terminado de concretarse, entonces, el escenario donde se habita se hace pesado y áspero esperando crecer para solucionar pero, se cumple veinte años y falta, se cumple treinta años y falta y se cumple cuarenta años y falta, seguros de que todo cambiará cuando los padres dejen de existir, sin advertir que ya es tarde porque la idiotez agotó la paciencia y Dios tiene cosas más importantes que hacer.
Por eso viven entre nosotros hombres y mujeres que tienen la peculiaridad de curtir las noticias que arremeten contra el placer pero ayudan a entender que la vida no es un chiste. Menos, cuando el fastidio de colocarse un condón pare un niño que deambula por las calles pidiendo quién lo ampare, más que por el hambre de un pan, por la necesidad de que alguien le acaricie el corazón.
De ésta manera se atiborra el planeta de seres perdidos que le dan la espalda a los compromisos para no terminar de crecer. Es como si la existencia no fuera algo serio y que sean los otros quienes se cuelguen el trabajo en los hombros. Y, cuando éstos llegan, aparecen brutales dictadores en la casa, en la vecindad, en el país.
Por ello, no se puede defender lo que no se conoce, por ejemplo, la libertad. Filosofía de vida que sólo lo logran los que crean en si mismo de lo contrario, está sujeta a ser enmarcada por leyes escritas por quienes no saben que significa ser libre.
Se les quiere.
Ricardo
Gracias Ricardo, es verdad estamos como perdidos, sin saber cual es el rumbo. Tu escrito me traslada a la mediocre AN.
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