Hablar de un sentir tan profundo, infinito y sagrado como es de la Libertad, se necesita, mas que miles de lecturas, de la inspiración que proviene del alma. Un alma que se que ahoga en la oscuridad cuando se deja de ser honesto consigo mismo, silenciando el sentir para mantener una supuesta compañía por miedo a quedar sólo. Es como ese silencio impuesto que es cárcel y la sociedad, como está concebida, es una cárcel que no sabe del alma, ni de soledad, menos de libertad. Intuye, pero prefiere no abordar éstos temas porque no le conviene y se los deja a los seres que buscan más allá de las apariencias.
Ser libre no es fácil pero imposible no es. Es una tarea cotidiana dispuesta a respetar la orden de Dios que es no es mas que, soy así. Es imponer mi no cuando otros quieran que sea si; e imponer mi si cuando los otros esperen que sea un no. Es decir, para ser libre se necesita ser atrevido y expresar lo que se siente así los tímpanos y la sensibilidad de los demás traten de evitar tan deseada obra que muchos aspiran pero que muy pocos se atreven.
Cuando nos callamos porque así esperamos que se está mejor, no nos percatamos que estamos anublando la vida colocándola a expensas del miedo. No nos damos cuenta que ese callar, callar y callar, coloca en prisión nuestra razón de ser.
La gente preguntará ¿qué tiene que ver Libertad con Soledad? y yo les respondo, conocer la libertad no es una cuestión de trastornados ni estrafalarios pero sí de seres que no le temen a la soledad, porque han deglutido que estemos donde estemos y con quién estemos el problema no es de presencia de otros sino ausencia de uno mismo. No es porque los otros no me quieran, es porque yo no me quiero.
La soledad nace desde el mismo momento en que dejo de vibrar en mi para trabajar en función de los demás. Y, cuando mi mundo depende de las presencias ajenas sencillamente dejo de ser libre para convertirme en un prisionero. Tan es así, que cuan difícil es decir te amo, o te necesito, o me haces falta, por temor a no gustar tratando de evitar el malestar de los demás sin entender que dejé de ser yo otorgándole poder a los otros.
En ese tira y encoge entre la libertad y la soledad, nos acostumbramos a ser un prisionero de mi mismo inmerso en esa fatal actitud de no defender la libertad.
No hay mejor misión humana que defender nuestro punto de vista; decir la verdad; decir los que siente; negarse a ser lo que otros quieren, porque aquí es donde se consolida la fuerza de esa alma libre.
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