viernes, 28 de octubre de 2016

Luna y amigo

Luna, mucha gente me pregunta cuál es esa afinidad que tengo contigo, les he contestado que siempre estás ahí, que das seguridad porque nunca te escondes al menos que esté menguando y que no es cuestión solamente de verte, es cuestión de sentirte, y sentir tu presencia es algo muy sutil, y me felicito por ello. Me activas la imaginación y me dices que la única vergüenza que puedo tener es conmigo mismo. Que no deje de decir las verdades despositadas en mi corazón, porque no decirlas es como echar a dormir sus latidos en lo brazos de la amargura.

Les he dicho que la Luna siempre me recuerda que tengo ese amigo y que no hay nada tan sagrado que ese compinche para compartir el destino. Que decir Luna y amigo, es una redundancia. Es por ello, que en una de esas noches donde invade la soledad no es por falta de una pareja o de un familiar, es la ausencia de ese amigo que es la peor de todas las ausencias. Pero, no es de ese amigo que de otras dimensiones fue solicitado, es ese amigo que el silencio ha separado.

La Luna siempre me ha dicho que una de las pocas cosas que hago bonito en la vida, es escribir de un amigo porque es como escribir de mi mismo. Que no hay cosa que me apasione más que
esas imaginaciones hermosas deleitándome en un futuro encuentro, con un fondo musical, preparando una comida y brindando por esa intimidad. En tan mágico intercambio de afectos hay un gran secreto, somos la admiración del uno por el otro. Que podemos tener muchas diferencias pero basta mirar las caras para saber que se está por encima del bien y del mal. Que el placer de ese encuentro es ver las sonrisas libres y sin timideces que brotan de ambas almas. Es el momento que brinda la ilustre ocasión de ser auténticos, sin posturas, sin excusas, ser felices.

Es el amigo que calla, mira, oye, piensa en silencio y sabe que cada uno tiene un camino, pero es su camino. Es quién acompaña en el difícil arte de vivir. Eso sí, no faltará una palmada en la espalda cuando la cosa tiende a desviarse; sin embargo, de ahí en adelante es tú responsabilidad. No importa las veces que caigas, ya que una de esas caídas alerta que lo perfecto no existe y que algo nos quiere enseñar. Está diciendo que ya es hora de equivocarte y que la humildad es un don muy difícil de llegar a ella.

Es a quién se le puede decir, sin temor de guardar nada, que esa inquietud que hace dudar de la esperanza es porque se confunde la claridad del día con la oscuridad de la noche. Nunca dice que no hay justificación para no llorar, que todos lloramos. Los que no lloran no tienen sentimientos y quién no siente no sabe lo que es un amigo. Que a pesar de las vicisitudes, el infantil y eterno vagabundo siempre quiere repetir las travesuras aquellas, donde las ilusiones patearon las normas que aíslan la vida.

Es, sin que te des cuenta, quién quita ese pesado  plomo de las alas para que el caminar sea más liviano y no sabe cómo, cuándo y dónde lo hace, ya que es hacerlo por sí mismo, sin preguntar ¿Te acuerdas?

Se te quiere.










1 comentario:

  1. Querido, leerte es un eterno aprendizaje. La afinidad que tienes con la Luna me llena de intriga y envidia, sana, pero no la puedo evitar.

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